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Centro Histórico de Arequipa: entre la reflexión y la añoranza

Qué hacer cuando los recuerdos personales se desbordan y amenazan con desplazar a la información y las vivencias del último viaje. Esa es la inquietud que motiva esta crónica, surgida en una azotea convertida en mirador en el Centro Histórico de Arequipa.

Publicado: 2019-10-04

Por Rolly Valdivia 

No es un dilema que desencadenará una tragedia. Tampoco un drama existencial cuyo desenlace determinará el rumbo -siempre el rumbo- de mi vida. Digamos que es tan solo una inquietud que repiquetea en mi cabeza, mientras admiro un panorámico atardecer desde una azotea convertida en mirador, en atracción turística, en barcito al aire libre en el que se brinda y se conversa… También se reflexiona.

Es la primera vez que estoy aquí, observando con perspectiva de drone la plaza en la que alguna vez he embromado al tiempo, los portales que me han cobijado del ardoroso sol del mediodía o de las gotas de una lluvia inesperada, la Catedral ante la que me he detenido con la esperanza de creer, y el horizonte volcánico de cumbres conquistables que son un desafío y una tarea pendiente para mis pasos.

Aquellas visiones matizan de melancolía todos mis pensamientos. Se acerca la hora de partir y, aunque dibujo sonrisas en mi rostro, me acorrala la nostalgia por la cercanía del adiós; ese adiós que siempre encierra una promesa de retorno y que, a veces, es precedido por el extraño ejercicio de garabatear en mi mente, las líneas iniciales o precursoras de la crónica que escribiré al volver a casa.

Fue entonces cuando se desataría mi inquietud. ¿Qué historia contaría? La que escuche de la voz de Anna cuando caminábamos por la plaza de Armas que ya veo ensombrecerse desde lo alto de uno de sus portales. Ella me hablaba con apasionado entusiasmo de los siglos que se fueron, de los orígenes de la ciudad que es colonial y republicana, que es mestiza e hispana… ¡Que es de piedra volcánica! 

Tal vez, lo mejor era restringir mi relato a los aprendizajes, experiencias y pasos compartidos con ella en las canteras de sillar de Añashuayco y en las calles del Centro Histórico de Arequipa, declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por ser una obra maestra del genio creador humano y un ejemplo sobresaliente de un tipo de arquitectura que ilustra un periodo histórico, según lo expuesto por la Unesco.

  

Esa posibilidad no me dejaba del todo tranquilo. Quería contar mi particular relación con Arequipa, una ciudad que conozco desde mucho antes de visitarla. Y es que crecí escuchando y creyendo que mi familia paterna no exageraba cuando describía a su ‘república independiente’ como un soleado paraíso urbano, limpio, ordenado, monumental, mil veces mejor que Lima y su eterna grisura.

Fue siendo un niño, también, que descubriría los sabores de su gastronomía, cuando mi padre -añorando la tierra en la que creció- se aventuraba en la cocina para preparar un pastel de papa, un rocoto relleno, un locro de pecho, un adobo con su pan de tres puntas o un crocante cuy chactado, con su respectiva y acaso ceremonial búsqueda del ‘zorrito’, un hueso diminuto que los expertos encuentran en la cabeza del roedor.

Y aunque ya no soy un niño, esos recuerdos me acompañan hasta a la azotea convertida en mirador y en bar. No son los únicos. Son muchos, son tantos que me arropan y me ayudan a sentirme como en casa. Aquí no soy un extraño. Aquí están parte de mis raíces. Aquí me convierto en un descendiente del Misti, el volcán que ahora asoma tras los campanarios de la Catedral neoclásica, erigida entre los siglos XVII y XVIII. 

Me sacudo de la niñez y otra vez estoy con Anna Parodi, la especialista de la Gerencia de Comercio Exterior y Turismo de Arequipa, quien me dice que el 15 de agosto de 1540, Garcí Manuel de Carbajal fundó en el valle del río Chili la Villa Hermosa de Nuestra Señora de la Asunta, quien recuerda que San Lázaro es el barrio más antiguo, quien explica que Añashuayco significa hondonada de los zorros y que el sillar se formó por una erupción del Chachani en el pleistoceno medio superior.

“Es una piedra muy resistente” -se secan la frente, respiran profundo, dejan la comba y la barreta los hermanos Saturnino y Estanislao Quispe Gómez-. “Dura de 300 a 400 años” -descansan, conversan, espantan con sus manos una delgada nube de polvo-. “En toda la quebrada solo trabajamos los más viejos. Ya no hay juventud en este oficio” –se encogen de hombros, se apenan, vuelven a sus herramientas los hermanos del sillar-.

Piedra volcánica que resiste los terremotos. “No te olvides de mencionarlo”, recomienda Anna antes de la despedida en las puertas del Monasterio de Santa Catalina. Inmenso, formidable, una joya colonial fundada el 10 de setiembre de 1579. Protegido por altos muros de sillar, sus claustros, calles, patios y diversos ambientes, configuran una pequeña ciudad dedicada a la oración y a la clausura. 

Silencio, se lee al ingresar a este espacio de fe que en 1970 abrió sus puertas al turismo. Hoy, 21 hermanas entre los 25 y 100 años de edad y dos novicias de 18 años, se mantienen apartadas del mundo y sus tentaciones en el ala norte de monasterio. Ellas despiertan a las cinco de la mañana. Rezan. Comulgan. Viven en comunidad y realizan diversos trabajos manuales, siguiendo el ejemplo de sus antecesoras. 

Es hora de partir. Se acaba el ejercicio de garabatear palabras en mi mente. Viaje con mis compañeros de viajes. Ellos desconocen mis tribulaiones. Me han visto sonreír y hablar, sin imaginar mi nostalgia ni adivinar mis inquietudes que no son un drama, menos un dilema. Qué pensarán ellos, me pregunto, a sabiendas que están terminando su primer recorrido en Arequipa.

En Rumbo


El viaje: vuelos diarios a Arequipa con Sky Airlines. Tiempo: 1h:20min aproximadamente.

Descanso: Hotel Piru Wasi, calle Tacna N° 218, Yanahuara, Arequipa. T. (054) 272702. Web: www.piruwasi.com

El Albergue Español, calle Peral N° 117, Cercado de Arequipa. T. (54) 211 700. Web: www.elalbergueespanol.com

Buen provecho: Crepísimo, calle Santa Catalina 208, Cercado de Arequipa. T. (054) 206620. Web: www.crepisimo.com

Zigzag, calle Zela 210, Cercado de Arequipa. T. (54) 206020. Web: www.zigzagrestaurant.com

El Tío Dario, callejón del Cabilo 100, Yanahuara, Arequipa. T. (54) 270473. Web: www.tiodario.com

Agradecimientos: Rumbos agradece a la Gerencia Regional de Comercio Exterior y Turismo de Arequipa y al Monasterio de Santa Catalina por el apoyo y las facilidades brindadas a nuestro equipo periodístico 


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Escrito por

Revista Rumbos

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