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Pétalos del Desierto, las seductoras playas y cautivante arqueología del litoral de Ancash

La diversidad de paisajes y restos arqueológicos en la costa de Áncash es tan sorprendente como desconocida. Un viaje a pocas horas de Lima es suficiente para vivir cambios radicales en el clima, en los acentos y culturas.

Publicado: 2014-01-13


Textos Ivan Reyna Ramos

Fotos Juan Puelles Urraca

Escasamente reconocido es el litoral Ancashino sin embargo sus playas nada tienen que envidiar a las cálidas aguas del extremo norte peruano. En Casma, la Gramita es una playa de mar abierto, de arena blanca, fina y tranquila, especial para acampar. Si no es de los que les gusta aterrizar en la arena para descansar y desea mayor comodidad, a pocos metros se levanta el hospedaje Las Aldas, un buen destino para descansar con vista al Pacífico.

Corazón de Arena

La senda rodeada por sugerentes dunas y ensenadas conduce hasta Las Mellizas, un par de playas de piedras unidas por un montículo de arena.Si es intrépido súbase al montículo y seguramente podrá besar el Sol. Simplemente fascinante. Contigua a esta playa y de cara al mar, se encuentran los restos de los pescadores y recolectores más antiguos de América, pertenecientes al complejo arqueológico Las Aldas, de 5 mil años de historia, nada menos.

Más al norte la belleza del pacífico deslumbra en esta parte. Playas variadas como aquellas que los pescadores han bautizado como Pedregal, Hueso de Ballena, Catalina, Playa Mansa, El Muerto (por razones obvias), Los Litros, Lobos, El Guanito, Piedra Gorda, El Bajadón , La Red, La Cruz y El Ciño, y continúa un rosario conformado de espacios de arena, olas y particular belleza, ignorados por los limeños que piensan que el norte es sólo Huanchaco y Máncora.

Punta El Huaro está ubicada al pie del cerro Mongón y de una enorme antena que los viajeros toman como punto de referencia. El Huaro es un istmo, es decir una pequeña lengua de tierra que une a una península con el continente. Pero lo extraordinario del asunto es que cuando sube la marea, el mar interrumpe esta conexión y El Huaro se transforma en una isla. Una maravilla sin parangón en la costa peruana. Y con colonias de lobos, delfines, y una multitud de aves que hacen de este paraje algo, realmente, pero realmente especial.

Tierra sagrada

Por supuesto nos dimos una vuelta por Sechín, a tiro de piedra de Casma, y mágicamente envuelto por un bosque de algarrobales. Diablos, si estuviera en Europa sería promocionado como la gran maravilla, por lo menos a la altura de StoneHenge. Así que un poco de respeto por favor por este templo de 3500 años de historia y 400 enormes piedras finamente labradas, que cuentan relatos sangrientos. Pero con arte, sublime y alegórico; y que no se espanten los europeos, pues ese continente no se ha caracterizado precisamente por la serenidad y la concordia.

A 14 Km. de la carretera que conduce a Huaraz, en Pampa Colorada, se delinea un geoglifo que representa a un guerrero de 23 metros de largo, que sostiene en su mano izquierda un aditamento circular y en la derecha lleva un bastón, mientras un felino asoma por detrás abriendo sus garras con salvaje apetito. El sitio además presenta un conjunto de líneas y figuras en negativo que, para muchos, son similares a las de Nasca, según Víctor López Velásquez, un estudioso de Casma que ha comprobado que una de las líneas está perfectamente orientada con el solsticio de invierno.

Gloria pasada y presente

En el valle de Nepeña, a la altura del km 409 de la Panamericana norte, visitamos la fortaleza de Pañamarca, levantada arquitectónicamente por los invasores mochicas sobre una montaña granítica allá por el siglo III después de Cristo, luego saqueada en la época colonial por los buscadores de tesoros, y que hoy se halla rodeada de vegetación, longevos algarrobos y muchas lagartijas que animan el tono críptico del paisaje.

Siempre en dirección al este, se llega al distrito de Moro, conocido por su producción de buen pisco y vino, elaborados todavía con moldes ancestrales y, aunque no tienen la denominación de origen, sus fervientes promotores celebran con orgullo en la última semana de julio el Día del Pisco. En Motocache, encandilan las bodegas vitivinícolas. Y si de comida se trata, El Ranchito prepara platos irresistibles: cuy guisado con papas, cebiche de pato y pepián de pavo.

En esta misma ruta, se va al templo de Huaca Partida, descubrimiento del arqueólogo japonés Koíchiro Shíbata, que se ubica en las inmediaciones de los cultivos de caña pertenecientes a los dominios de Agroindustrias San Jacinto. Este hallazgo confirma la temprana influencia Chavín en esa parte de la costa. Sin duda, lo que más llama la atención es una fiera imagen felina labrada en barro, perteneciente al periodo formativo.

En Casma, también se ubica Punkurí, el santuario más antiguo de la cultura Sechín, donde sus habitantes adoraban a un puma labrado en barro polícromo, una deidad de más de 4 mil años de antigüedad.

La Isla Blanca, en bahía El Ferrol (en Chimbote), fue alguna vez la playa más hermosa del Perú, antes de la explotación de la anchoveta. Pero aun así, es una isla de abundante biodiversidad marina, con un fantasmagórico bosque lítico y excelentes miradores. Además, nueve ensenadas aguardan al viajero con un hechizo particular de olas, formas y absoluta soledad.


Escrito por

Revista Rumbos

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Publicado en

REVISTA RUMBOS

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