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La ruta de las haciendas en Apurímac

Porque viajar también es reflexionar. Rumbos te presenta una de las rutas más atractivas que ofrece la sierra sureña de cielo celeste.

Publicado: 2013-07-01

Escribe: Javier Inca

Basta dar un paseo por Apurímac, tomando la Interoceánica Sur, para recibir una interesante lección de historia al paso. Sí, de lo que nunca aprendimos (o no nos enseñaron bien) en el cole. Y no hablo de fechas, ni de héroes, ni de batallas, ni nada de esos datitos aburridos con los que nos torturaron de chicos, sino de un episodio peruano tal vez tratado con la misma ligereza y frivolidad con la que se trivializa en un StarBucks. 

Una época que merece ser resaltada para entender un poquito mejor este país de colores y contrastes. Me refiero al gamonalismo, que seguramente pocos recuerdan con nostalgia, o en el peor de los casos ni recuerdan, donde los grandes hacendados explotaron, una vez terminada la Colonia, a los indígenas y campesinos tomando sus tierras y disponiendo de su trabajo. 

Y que estas líneas no sepan a paternalismo, ni a qué penita, ni a palmadita en la espalda, sino a mostrar algo que ocurrió verdaderamente. De esta época Apurímac tiene mucho que contar a través de sus haciendas (algunas abandonadas) porque en este lugar también vivió el misti, es decir el hacendado, es decir el patrón, es decir el gamonal. El que te marcaba con hierro caliente, el que hacía temblar a los indios a latigazos, el que abusaba sexualmente de sus mujeres, o el que se compadecía y se emborrachaba con ellos en sus fiestas.

Pero un día llegó la rebelión campesina que no arrasó con los mistis pero los dejó maltrechos, como dice Alberto Flores Galindo. Entonces los señores, en muchos sitios, huyeron hacia Lima a incursionar en negocios urbanos y dejar sus haciendas. A Velasco no le quedó que declarar la reforma agraria. Todo se les venía encima. Por eso tal vez podríamos llamar a esta ruta la ‘la ruta de la reflexión’ ¿verdad? 

La ruta

Si uno llega a Abancay podrá comprobar lo que digo, aquí se encuentran los restos de las principales haciendas de Apurímac como la antigua Patibamba, que data del siglo XVI y a la que se refiere el Tayta Arguedas en “Los ríos profundos”. Se ubica frente al terminal terrestre y parte de sus estructuras sirven hoy de escondite en el recreo de los alumnos del colegio Vallejo.

Bajando, a quince minutos de Patibamba, se encuentra la hacienda de Illanya, que se construyó a inicios de la Colonia con un exquisito estilo arquitectónico francés. Ha sido restaurada y dentro de ella se puede visitar el Museo de la Dirección Regional de Cultura. En su momento se dedicó a la producción de caña y aguardiente al igual que la hacienda San Gabriel donde todo se ha convertido en huertas, entre las que sobresalen muros, torreones, arcos de piedra y paredes. 

Siguiendo la ruta de Illanya, a la altura del kilómetro 423 de la Interoceánica, se encuentra la hacienda de Yaca que destaca por su iglesia y por su casa que se resiste a caer. Dicen que en la Colonia aquí se elaboraba el mejor azúcar del país por eso su producción en su totalidad era enviada a Europa para ser consumida por la corte española. Esta zona disfruta de un clima cálido.

Al otro extremo de la ciudad, a una hora en dirección al Cusco, en la tierra del anís, Curahuasi, hay haciendas como El Carmen dedicada a la crianza de gallos de pelea, la producción de anisados. En estos valles se cultivó la uva por primera vez en América. Al igual que en Yaca se pueden realizar paseos por el río y hacer canotaje. 


Guía del Viajero

¿Cómo llegar?

Empresas de transporte como Civa, Cruz del Sur y Oltursa tienen salidas diarias hacia Abancay (17 horas)

¿Dónde hospedarse?

Hotel de Turistas de Abancay

T. 083 321017, reservas@turismoapurimac.com


Escrito por

Revista Rumbos

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Publicado en

REVISTA RUMBOS

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