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No todas las carreteras llegan a Purús

Una mirada íntima a lo que sucede al interior de Purús, desde la gente del pueblo y sus legítimas aspiraciones hasta intereses políticos económicos y evidencias de corrupción que nos recuerdan más nuestra selva que la de ellos.

Publicado: 2013-06-18

Texto: Mirbel Epiquién

Son las 6:00 de la tarde en Puerto Esperanza, capital de la provincia de Purús, en la calurosa región amazónica de Ucayali. Es la hora en que se enciende el motor para generar la energía en el pueblo, también es hora en que se inicia la lucha que hoy tiene dividida a la población purusina, se trata de la competencia entre los equipos de los leones y las cobras. El programa se llama “Esto es Guerra” y dura como dos horas a través de un canal de TV limeño.

Dicen que para llegar a Nueva Esperanza hay que tener un poco de suerte; suerte si hay avioneta, suerte si hay pasajeros, suerte si hay buen clima. Es un viaje de aventura en sentido estricto, si ya es difícil ingresar es mucho más difícil salir, y no porque la ruta sea mala sino porque no hay un servicio de transporte regular. Un pasaje aéreo puede costar entre 280 a 500 Nuevos Soles, dependiendo del tipo de servicio que haya, es un lujo que no pueden darse muchos, sobre todo las poblaciones indígenas, que conforman el 80% de la población purusina.

El proyecto de la carretera hacia Nueva Esperanza ya tiene como 40 años, me cuenta Vidal, empezó con el general Velasco y cada cierto tiempo alguien lo vuelve a promover. Vidal tiene 55 años de edad, nació y creció en Nueva Esperanza, ha estado en Pucallpa y en Lima de paseo pero jamás viviría en esas ciudades, me aclara. Mientras ceno una patarashca de pescado con plátanos cocidos y un delicioso refresco de aguaje, preparado por el mismo Vidal, conversamos sobre su tierra, sus autoridades, sus ideas de progreso. También me dice que el único que se preocupa por llevar algo de progreso a este lugar es el párroco de Nueva Esperanza y que ahora está de viaje fuera del país, ha ido a buscar el financiamiento para iniciar la carretera, agrega.

Trato de explicarle la imposibilidad y las graves consecuencias de una carretera a la zona. Mire –me corta-, nosotros queremos seguir teniendo estas bellezas naturales de nuestros bosques y ríos pero también queremos vender nuestros productos, comprar nuestras cosas a menos precio, apunta. Quizá con un poco de ingenuidad, me plantea que la solución a las amenazas de invasiones a las áreas protegidas es tener un puesto de control cada 10 kilómetros sobre la posible vía. Nuestra conversación se prolonga un poco más. Pido un vaso adicional de jugo, un grupo de niños miran la televisión casi hipnotizados, una morena baila festejo, creo que es una voleibolista y es el último jale de las cobras. A las 11 de la noche cortan la energía y debo arreglar mis cosas, me despido de Vidal.

En realidad la carretera hacia Iñapari es la punta del iceberg de un conjunto de demandas locales, si es que la construcción de esta vía calza como una demanda. Purús y su gente tienen inmensos y urgentes problemas por resolver, empezando por la histórica postergación de parte del Estado Peruano; la informalidad, producto de una aberrante corrupción institucional que ya es aceptada como algo natural y la presencia de poderes fácticos ligados al comercio, la iglesia y otras tantas al margen de la ley. De acuerdo a un informe de Global Witness, el 2012 la Municipalidad de Purús había pagado 10.000 soles a un grupo que respaldaba la construcción de la carretera como pago por deforestación ilegal. Asimismo hay denuncias de falsificación de firmas de respaldo a la carretera, contratos ilegales con empresas madereras a cambio de la construcción de la vía, entre otras perlas municipales. El informe también menciona al nuevo promotor de la vía (un ex militar y congresista) y su relación con el escandaloso saqueo de madera (incluso usando aviones militares) cuando él era Jefe Político Militar de Ucayali el año 1996.

Muy cerca al actual muelle hay un cartel grande del Gobierno Regional: la cifra de 3 millones y medio de soles es lo que más se resalta. El proyecto trata de la construcción de un nuevo muelle. El tiempo de entrega de la obra está en el límite pero no logré ver aunque sea la primera piedra (o madera).

Cerca del parque central unas seis docenas de obreros trabajan literalmente día y noche para culminar de colocar pequeños ladrillos adoquinados en un poco más de 300 metros de longitud sobre la principal calle del pueblo. Debemos entregar la obra antes de la fiesta de San Juan, me cuenta un obrero indígena que se queja porque casi todos sus colegas han venido de Pucallpa. Aún falta un 40% de la obra pero lo que sí se nota claramente es el inmenso cartel; “Gobierno Regional de Ucayali……5 millones 600 mil soles…..3 meses”. Las malas lenguas del pueblo (que siempre tiene algo de verdad) dicen que los consorcios ganadores de ambas obras tienen a sus verdaderos accionistas sentados en los principales sillones gubernamentales. Así también son las lluvias en Purús, en millones de soles, sólo que mojan a muy pocos.

Hay alrededor de 5000 habitantes en la cuenca del Purús, unos 1000 son mestizos y el resto son indígenas, de hasta 8 etnias diferentes. Muchos han bajado río abajo y se han quedado a vivir en el vecino país de Brasil, gozando de los interesantes ($) programas sociales que tienen allí, y es que a pesar del maltrato que dicen recibir nuestros compatriotas de parte de los brasileros (nos acusan de haraganes, ladrones, contrabandistas), Brasil es el principal proveedor de bienes manufacturados para Nueva Esperanza, nos venden desde una gaseosa hasta una bolsa de cemento. La razón es una simple relación de mercado; una gaseosa de 2 litros traída desde Pucallpa cuesta 25 soles, la brasilera 10. Una bolsa de cemento desde Pucallpa cuesta 120 Nuevos Soles, la brasilera hasta 50. Ya ni siquiera da ganas de sacar la bandera peruana, me dice Vidal.

Carlos es un apasionado de la naturaleza, él no es un turista ni un experto en conservación que visita Purús por una semana, él vive allí, es ingeniero y parte del equipo de la Reserva Comunal de Purús, una de las dos áreas protegidas que hay en la zona. Carlos está convencido del potencial de Purús en materia de agroforestería, piscicultura y turismo, sin necesidad de recurrir a una carretera por supuesto. Ha logrado convencer a algunos indígenas en sembrar aguaje y árboles frutales. Aunque no ha tenido el éxito que esperaba porque los indígenas no acostumbran a sembrar más que sus plátanos y yucas. Es una cuestión de perseverancia, dice Carlos. Y es la perseverancia lo que ha hecho que tanto el Parque Nacional Alto Purús y la Reserva Comunal estén evidenciando los buenos resultados de un esfuerzo que empezó hace 8 años atrás, cuando los huevos de taricaya y charapas, dos especies de tortugas muy cotizadas en la zona, empezaron a escasear en las riberas de los ríos. Con la experiencia ganada en la Reserva Nacional Pacaya Samiria se inició un programa de recolección de huevos de tortuga para su manejo y recuperación de poblaciones naturales. Hoy en día se han liberado 32,645 taricayas y algo menos de charapas. Aunque no se ha logrado alcanzar aún las cifras esperadas, los lugareños comentan que hace 5 años no se veían tortugas en los ríos pero ahora se observan con mucha más frecuencia.

Carlos me acompaña a la pista de aterrizaje para esperar la avioneta. Mientras conversamos se acerca un señor de barriga prominente, nos saluda y nos cuenta que trabaja en el Proyecto Pichis – Palcazu, me dice que está asado por tanta huevada en el transporte, que con una carretera él ya estaría de retorno en su motocicleta. Me cuenta que no ve las horas de culminar su contrato e irse a otra parte en donde la gente si quiera chambear y desarrollarse, aquí los indígenas no quieren sembrar caña de azúcar para biodisel, tampoco quieren criar gallinas, sólo quiere cazar y pescar, dice. Carlos lo escucha serenamente y creo leer sus pensamientos.

La avioneta desciende y bajan un grupo de limeños, son unos funcionarios del Ministerio de Educación, fotito aquí, fotito allá. Quizá esta sea su primera y última vez que lleguen a Purús, y es que este viaje es, digamos, selectivo. Purús es como el mítico Dorado; lejano, enclavado en medio de la Amazonía Peruana, al que sólo se puede llegar por vía aérea, lleno de fauna silvestre, culturales ancestrales, poblaciones indígenas en aislamiento voluntario, cochas con paiches, ríos con más de cien especies de peces, atardeceres mágicos y un pueblo que pesar de todo, cada domingo, deja flamear una bandera roja y blanca sobre sus techos.



Escrito por

Revista Rumbos

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Publicado en

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