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Los quipus de Rapaz, la historia del Perú contada con hilos y nudo

Publicado: 2013-05-10

Los quipus no murieron en la Colonia como suele decirse, prueba de ello son las figuras de soldados chilenos que figuran en uno de los 267 quipus que alberga la comunidad de Rapaz. Lástima que ahora cultura sean los wachiturros y no este notable patrimonio mundial.

Escribe: Nelly Rojas

Fotos: Frank Salomon

Por fin estaba frente a ellos. Había escuchado muchas historias, visto fotos, y leído textos que aseguraban que eran los quipus más grandes del mundo. Pero nada se compara con el contacto directo –igual que te cuenten maravillas de París, a estar realmente allí- y tenerlos a mano. Porque literalmente me permitieron tocar algunos elementos anudados en ellos. Vi una dama con falda larga, un soldado español con uniforme del virreinato tardío y un soldado chileno con pantalón rojo, como se usaba en la Guerra del Pacífico. Vi también trozos de nacaradas conchas marinas, pero el personaje que más me conmovió fue un campesino con una bolsita en la que lleva pequeñísimas hojas de coca. Allí vi el Perú auténtico, vi el paso de los siglos, vi parte de mi alma.

En realidad, la existencia de estos venerables quipus fue descubierta  por el arqueólogo peruano Arturo Ruiz Estrada en 1979 y dada a conocer a la comunidad científica nacional en 1981, sin que ello tuviera mayor repercusión. Recién el 2004, cuando se conoce  las conclusiones a que llegan las investigaciones del doctor Frank Salomón (Universidad de Winsconsin, EE.UU.),  sabemos que no se trata de quipus gigantes, como empezaba a denominarlos la prensa, sino de unos 267 quipus separados, algunos tan grandes que, a primera vista, daban la impresión de ser uno solo.

Los quipus de Rapaz  corresponden a los denominados “patrimoniales” o “etnográficos”, pues tuvieron un sustrato histórico prehispánico; estuvieron vigentes en comunidades remotas y/o pastoriles en el periodo Colonial y actualmente han asumido funciones vinculadas a  diferentes ceremonias, como las de transmisión de mando en la comunidad de Tupicocha en Huarochirí, sierra de Lima.

Una de las características de estos quipus, según el antropólogo Frank Salomon, es que está elaborado en lana de camélidos, pero también llevan materiales de origen industrial, razón por la cual se considera que se siguieron modificando hasta bien entrado el siglo XIX e incluso hasta el XX. Demuestran que el arte de los quipus no murió durante la colonia (siglos XVI al XIX), como generalmente se cree, sino que duró hasta tiempos modernos. En ellos está registrada toda la historia de San Cristóbal de Rapaz,  su vida prehispánica y también su vida contemporánea.

Lágrimas entrelazadas

Llegar a Rapaz no es una odisea, pero toma unas seis horas llegar a sus dominios. Es el mismo camino a Churín, pero hay que desviarse a la derecha unos kilómetros antes. Llegué al cómodo albergue comunal de Huancahuasi; en el almuerzo me sirvieron trucha recién pescadita, señorita. Cómala nomás, de seguro va a repetir. Y es verdad, estaba frita de tal modo que ni se sentían las espinas y la acompañaban con generosas fuentes de humeante papa nativa y abundante ají molido con huacatay y queso. Luego de una cena ligerita y mate natural, porque aquí casi nadie pide gaseosa, prefieren su yerbita recién arrancada, nos entregamos a un reparador sueño y al día siguiente, muy de madrugada, hicimos la subida a San Cristóbal de Rapaz (4200 msnm.). Resultó ser un encantador pueblito de gente respetuosa, trabajadora y amable. En su vistosa placita tienen una iglesia de más de 400 años de antigüedad, que posee fascinantes murales religiosos que fueron declarados como una obra de arte por la prestigiosa institución World Monument Watch.

Cuando llegamos había un esplendoroso sol y estaban en plena fiesta de Santa Rosa de Lima. Vimos a los escolares, vistosamente caracterizados, recrear el Inti Raymi; vimos danzas ancestrales con mensajes siempre vigentes y, por qué no, bailamos y zapateamos vigorosamente al son de populares huaynos del centro, interpretados por renombradas orquestas y bandas de músicos. Qué buen anfitrión –y qué animado bailarín– resultó ser el doctor Frank Salomon. El pueblo lo había adoptado, era uno más de ellos.

Al día siguiente, luego de un delicioso desayuno típico con “chupe verde” incluido, tuve acceso a la “Casa de cuentas” o “Kaha Wayi” y vi los majestuosos quipus en pleno proceso de restauración.  Debo confesar que mi corazón se arrugó como un acordeón, y al salir un par de lágrimas resbalaron hasta el suelo y entraron en comunión con la Pachamama. Nunca había hecho un pago a la tierra tan sentido y espontáneo.  Gracias Rapaz, nunca los olvidaré, ya son parte de mis propios quipus, como este.

Guía del Viajero

¿Cómo llegar?

Rapaz se encuentra a 300 Km. de Lima, se llega en 5 horas en camioneta particular. Transporte público: agencia Churín Tours (Av. Uruguay 320 Of. 312, Lima). T. 4079879. www.churintours.com (se debe bajar en el puente Tingo, donde hay servicio de combis a Rapaz).

Alojamiento

No hay hoteles, pero sí casas hospedajes que brindan habitaciones y alimentación. En el cercano pueblo de Huancahuasi, además de baños termales, hay diversos alojamientos (Dayanna Tours. T. 992689706).

Gastronomía

El plato típico es el “rogro” (potaje a base de carne de oveja con habas y trigo).

Otros atractivos

La iglesia San Cristóbal, declarada Patrimonio Cultural de la Nación. El sitio arqueológico de Rapazmarka y el impresionante Farallón de Pungullo. Rapaz tiene más de 30 lagunas, las más visitadas son Quellaycocha, Chaupicocha, Morococha, Chuncaicocha, Yanacocha, Cochaquillo.

Contacto

Omer Encarnación, presidente de la comunidad de Rapaz. T. 965080543. Teléfono comunitario: 830-0309.


Escrito por

Revista Rumbos

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Publicado en

REVISTA RUMBOS

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